lunes, 28 de febrero de 2011

Visión Citadina: Andrés Llanos Córdova / Columna / Feb 28

(Publicado en Telerreportaje)

UN PASEO POR LAS NUBES

A las tres de la tarde del Sábado, salimos de Villahermosa con rumbo a Coatzacoalcos. Luzio Alex, instructor en jefe a cargo de la expedición, conducía con sumo cuidado y alrededor de las seis de la tarde llegamos a su domicilio.

Después de saciar el hambre con una comida estilo vegetariano (algo inusual para mí) sin embargo, el estómago no perdona. La comida consistió en espagueti al horno, queso de hebra, pan, ensalada a base de papa y agua de melón. Después de ver algunos programas en la televisión, me dispuse a dormir. Luzio y su familia dispusieron todo lo necesario para la rendición del culto al Dios Morfeo. Hacía tiempo que no dormía en una hamaca.

A la mañana siguiente, salimos con rumbo al destino que era motivo de mi estancia en aquella próspera ciudad. Así que nos instalamos en la carretera a Minatitlán, para después tomar la desviación a San Pedro Sonoteapan, lugar donde nos detuvimos frente a la iglesia. Mientras Luzio y Olga adquirían unas plantas y otras cosas necesarias en la llegada del viaje, que para entonces alcanzaba las dos horas. Aproveché para visitar la iglesia y conocer el palacio municipal, el cual estaba cerrado, precisamente por ser Domingo.

Nuevamente abordamos el vehículo, con miras a completar el viaje restante de aproximadamente una hora más. Recuerdo que en el trayecto se veía por ratos de despeje, el valle con su capa de vegetación en tono verde y lo que parecían fumarolas en la cima de las montañas.

Después de saludar a algunos pobladores amigos de Luzio y su familia; emprendimos la caminata ascendente por la Sierra de Santa Martha. En realidad no hacía frío como se esperaba, razón por la cual, la chamarra no fuè de mucha utilidad. Yo iba a la expectativa, mientras que Luzio, Olga, Leslie, la pequeña “che che” de cuatro años y la mascota “Jiba”, recorrían tranquilamente la trayectoria ya conocida.

En la travesía, Luzio me contaba detalles del lugar y hechos como el ocurrido en un paraje denominado la ventana, relata que de forma natural en medio de la maleza, se había formado una especie de ventana por donde se observaba el esplendor del valle; hace algunos años las autoridades pretendían la construcción de una carretera hacia Catemaco pasando por esta Sierra; imprudentemente el conductor de una de las máquinas destruyó la formación natural; cayendo la pesada unidad al vacío y encontrando la muerte la persona. Estuvimos en el lugar, sin embargo la vegetación y lo cerrado del clima, hicieron imposible observar el valle.

Así llegamos entre pláticas, riachuelos, abundante naturaleza viva y anécdotas de sobrevivencia tanto en la montaña, como en la vida misma del ser humano. Otro paraje, a casi dos mil metros del nivel del mar; donde hubo oportunidad de observar el paisaje, gracias a que la neblina tuvo benevolencia con los visitantes. También hubo tiempo para desarrollar algunas actividades, encaminadas al vencimiento de esos miedos y temores que por cargarlos todo el tiempo en nuestra espalda, se han convertido en parte de la personalidad.

Faltaba el último tramo, el más importante para alcanzar la cima, pero también el más difícil. Luzio me preguntó y advirtió si deseaba subir. Pensé que después de todo el camino recorrido, ya estaba ahí y no me iba a perder el final. Así que Olga y Leslie decidieron descender, para atender algunas cosas, antes de emprender el camino de regreso.

Luzio, la pequeña “che che” y “Jiba” me acompañaron en este trayecto; por supuesto que el instructor en jefe, conoce a la perfección el camino hacia la cima y lo recorre totalmente descalzo, también llamado como la antena, por encontrarse un dispositivo que facilita la recepción de señal para radio y televisión. Sin embargo actualmente la antena fuè derribada por la fuerza del viento y permanece en el abandono.

La verdad fuè duro el ascenso, tuve que parar en dos ocasiones, ya que el corazón literalmente se me salía por la boca. La montaña presenta diversos obstáculos, lo que puede ser comparado con lo que la vida nos presenta. A veces es necesario hacer un alto, para retomar fuerzas y continuar el camino, pero no abandonar el trayecto; esa es la enseñanza que me comparte Luzio Alex.

Al final logré llegar a la cima, aunque exhausto, pero la satisfacción de haberlo logrado, es única; desde ese punto se puede ver todo el valle, el pueblo, la naturaleza en pleno. Rodeado de una constante capa de humo blanco y entonces mi guía me dice “date cuenta que estas entre las nubes”. Cierto: son las fumarolas que vi durante el camino.

Ahí se conjugan los sonidos de la naturaleza, el silbido del aire y un silencio que permite la tranquilidad, experimentar la libertad, las ganas de volar, la reflexión, la introspección total; para reconocer la pequeñez y la grandeza del ser humano. La riqueza entregada por el Creador. Ahhh ¡cuánta ceguera causa la cotidaneidad!

Después de permanecer unos minutos inmerso en los pensamientos y luego abordar varios conceptos acerca de la vida; hubo una oración respetuosa. Entonces comenzamos el descenso, lo mismo pero de bajada, ya relajado me reí mucho de las dos ocasiones en que derrapé y caí, para levantarme de inmediato y continuar la ruta; además el hambre no perdona.

Llegamos a la casa de Primitivo, amigo y colaborador de Luzio, quien nos recibió amablemente. Allí sin mayores preámbulos, le entramos a un rico plato de frijoles, acompañado con queso fresco y las sabrosas tortillas hechas a mano, que con mucha dedicación preparaba “Selena” la hija de nuestro anfitrión. Una gran experiencia fuè compartir, entre personas sencillas y amables.

Vino la hora de la despedida, las fotos del recuerdo. Caía la tarde y la temperatura comenzaba a descender, las noches en la Sierra son frías. Además el regreso implicaba tres horas.

Alrededor de las nueve de la noche estábamos de vuelta en casa y había que dormir, pues faltaba volver a Villahermosa, la salida sería a las cuatro de la mañana; para iniciar la jornada del Lunes más o menos a las siete de la mañana. Es decir desde muy temprano, comenzar a vivir de prisa, corriendo para ganarle tiempo al tiempo. Sobrevivir en la jungla de asfalto que a diario nos presenta su esquema de vida llamado estrés.

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