martes, 15 de marzo de 2011

Transparencia Política: Erwin Macario Rodríguez / Columna / Mar 15

(Publicado en el Diario Rumbo Nuevo)

El mercado de la política

La mercancía es, en primer lugar, un objeto
exterior, una cosa que merced a sus propiedades
satisface necesidades humanas del tipo que fueran.
La naturaleza de esas necesidades, el que se originen,
por ejemplo, en el estómago o en la fantasía, en nada modifica
el problema. Carlos Marx / El capital Libro I

erwinmacario@hotmail.com

Si bien no es cierto que Carlos Marx haya dicho, al pie de la letra, que en el capitalismo todo es mercancía—incluidas las personas, que el mundo es un mercado en el que todos compramos y vendemos—, hay que atender y entender que aplicar en política las leyes que rigen el mercado permite que las ofertas de la política y las demandas populares pueden contribuir, como lo dicen los autores de Marketing político, a “uno de los objetivos más importantes por los cuales se creo el estado democrático representativo: la justicia”.

En un espacio simbólico como el mercado electoral o el mercado político, el marketing, el mercadeo, no es literalmente un juego entre “marchantes”, un regateo, ni tampoco el adquirir una mercancía para venderla después, un acto de mercado, sino que el marketing político se concentra en “el funcionamiento, características, modificaciones y lógica del mercado”.

En las interacciones estudiadas por el marketing político las ofertas y las demandas no se hacen sobre mercancías de consumo inmediato, pero sí de primera necesidad. Nada es tan importante, de primera necesidad, para los pueblos que el ejercicio democrático en el que son parte fundamental.

Podría decirse que los bienes que se ofertan y se demandan en el mercado político, además de consumo necesario, son bienes de valor en uso, no de valor en cambio. Un voto se adquiere y se usa en una elección, no puede transferirse a otro demandante posteriormente. Un bien demandado, una acción de gobierno, se adquiere y se usa. La plusvalía es resultante de ese uso y no del cambio que se da entre las mercancías en el mercado económico.

Como en las teorías económicas, en del mercado político también, además de plusvalía, hay acumulación de capital como resultado del trabajo de las fuerzas que inciden, que operan, que interaccionan en ese mercado. Es lo que se conoce como capital político. Lo poseen los partidos y los actores de la política, lo tienen los gobiernos que atienden y entienden la demanda popular.

¿Qué mercancías se ofertan y se demandan en el mercado político? ¿Cuáles en el mercado electoral?
Alejandro E. Lerma Kirchner, Sergio Bárcena Juárez y Romeo Vite López, señalan en su libro Marketing político que en un mercado político “lo que se ofrecen son formas de gobernar” y en un mercado electoral se ofertan “propuestas de gobierno o planteamientos de cómo un determinado candidato o partido puede contribuir al mejoramiento del aspecto político de la vida de los ciudadanos”.

Las demandas en el mercado político serían que esas formas de gobernar ofrecidas desde el poder “sean comprensivas, incluyentes y justas”. En el mercado electoral la gente demanda de parte de los políticos y los partidos “propuestas claras, justas, inteligentes” así como candidatos “que posean características que los hagan confiable”.

A través del marketing político debe aprenderse que si al ciudadano, a la sociedad en general, se le considera como los clientes y al gobierno en función (en el mercado político) y a los partidos y candidatos (en el mercado electoral) como los oferentes, los que tienen una mercancía —propuestas de formas de gobernar, por la autoridad; propuestas de gobierno a futuro, por los candidatos y los partidos—, se entiende que la confianza y el voto son las monedas en ese intercambio, en esa interacción de la política.

El pueblo confía y apoya al gobierno que ofrece y ejecuta formas de gobernar comprensivas de los problemas sociales, acciones incluyentes en el ejercicio gubernamental y medidas justas en los actos de gobernar. El pago en el mercado político es la confianza de los gobernados.

En el mercado electoral se paga con sufragios las propuestas claras, justas, inteligentes, “se le compran en las urnas sus propuestas” a los candidatos que poseen características de confiabilidad.

El marketing aplicado en la política permite estudiar, analizar y aprovechar las leyes que rigen en el mercado político y electoral, donde los clientes, los compradores potenciales de las acciones de gobierno y de las propuestas partidistas, forman grupos diferentes a los que hay que “ofertar” en modo distinto.

El “pásele marchante, pásele güerita” no puede ser igual en el mercado electoral para el ciudadano que tiene credencial de elector y vota, que para el que no la tiene. No puede ser igual la oferta para el que vota por otro partido, pero podría, al través del marketing político, “adquirir, comprar” la propuesta ofertada. Tampoco la mercancía-propuesta-proyecto puede ofertarse igual a un votante que no tiene credencial, al que vota por otro partido, que al abstencionista, al que está en el mercado sólo viendo, no quiere comprar lo que los políticos le ofertan.

LADO CLARO

Entender las circunstancias y las leyes que rigen la interacción entre gobierno, partidos políticos y candidatos, como oferentes del mercadeo y los ciudadanos en general y los votantes en particular, como los clientes, es el objeto que se busca al estudiarse el mercado político dentro de la corriente social de estudio y aplicación que se ha llamado marketing político.

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