jueves, 17 de marzo de 2011

Transparencia Política: Erwin Macario Rodríguez / Columna / Mar 17

(Publicado en el Diario Rumbo Nuevo)

El rostro de la tragedia

En Tabasco la naturaleza se ha
vengado de la agresión del hombre.
Pero también la ineptitud y la corrupción
del hombre algo tienen que ver en la
tragedia que está ocurriendo en aquel estado.
Leo Zuckerman 061107 / Juegos de Poder

erwinmacario@hotmail.com
erwinmacario@rumbonuevo.com.mx

La fuerza destructora de la naturaleza, noticia en estos días y el discurso de alerta en Tabasco de que las obras hidráulicas no se realizan al ritmo que se necesita, obligan a recordar lo escrito en este espacio.
Si Japón es, en estas horas, el ejemplo de la destrucción, Villahermosa y Tabasco fue el rostro de la tragedia hace cuatro años.

Aquel 2 de noviembre de 2007, día de muertos, la capital de Tabasco estaba a pique. Las aguas del río Grijalva habían recuperado su territorio, degradado en años y años, allí y en toda la entidad, por la mano del hombre.

Villahermosa, era el rostro de la tragedia pero también el espejo en que podían mirarse los pueblos de todo México ante la degradación ambiental. En muchas de sus calles el agua rebasaba los tres metros de altura.

“La tragedia es enorme”, en boca del secretario de Gobierno, Humberto Mayans, era una definición exacta de lo que pasaba. También “estamos en una verdadera crisis social” o, como lo decía el gobernador Andrés Granier, la ciudad “es un verdadero albergue”.

Como sucede en toda la República, la naturaleza cobraba —y ha cobrado año con año— el daño que se la ha inferido.

Ni la Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente, de ámbito federal, ni sus similares en las entidades federativas, han logrado aminorar los daños ambientales, la preservación y restauración del equilibrio ecológico, propiciando un desarrollo sustentable que no afecte, como en el caso de las inundaciones en Tabasco, el medio ambiente y al hombre.

Tabasco fue, entonces, el primer llamado de alerta nacional contra la degradación ambiental.

Nada se ha hecho, desde entonces. Todos los años siguientes se repite, aunque en menor intensidad, la venganza de la naturaleza ante el ecocidio. Y se agrava con la ineptitud, corrupción y valemadrismo de las autoridades federales respecto a las obras que se requieren para evitar mayores daños a la población.

Las calles inundadas, las miles de toneladas de basura que tras las aguas fueron el monumento al daño al medio ambiente en las calles de Villahermosa, eran esos días de noviembre de 2007 la muestra de una emergencia ecológica, de una situación derivada de actividades humanas combinada con los fenómenos naturales que se dan de octubre a noviembre y que al afectar severamente a Tabasco pusieron en peligro varios ecosistemas.

La Comisión Económica para América Latina y El Caribe (CEPAL), en su informe evaluatorio de daños señalaría que el costo del desastre en octubre y noviembre 2007 fue de más de 31 mil 871 millones de pesos, en daños y pérdidas.

Los rostros de la desesperación se repetirían después en otras entidades federativas.

Las dos riquezas más grandes de esta entidad, su agua y su petróleo, son sus problemas mayores, ante el mal manejo del hombre. Si bien el mal manejo del llamado Sistema Hidrológico del Alto Grijalva, que conforman las presas La Angostura, Chicoasén, Mal Paso y Peñitas, contribuye a las inundaciones en Tabasco —lo que parece puede aminorarse con el acuerdo logrado por el gobierno local para que se tenga mayor cuidado en el desfogue y turbinación de las presas—, debe entenderse que en mucho influye el proceso de deterioro ambiental que a lo largo y ancho de la entidad ha habido en los últimos sesenta años, principalmente en la planicie sobre la que bajan las aguas de la sierra de Chiapas, donde se ubican las cuatro presas.

Un ejemplo, que el columnista ha escrito ya, ilustra la necesidad de buscar medidas que aminoren las fuerzas de las aguas: Peñitas, en octubre de 1952, antes que se construyera ahí una presa, tuvo un aforo de 6 167 metros cúbicos por segundo. Tres veces más que en octubre y noviembre del 2007, cuando Villahermosa se fue a pique.

Esa vez, en 1952, la Boca de Peñitas, tuvo su gasto máximo histórico y Villahermosa se inundó ¡menos que el 2007!

¿Los motivos? Todavía no habían presas que "regularan" las grandes avenidas y produjeran energía eléctrica; la deforestación, la degradación del medio ambiente no era tan grave como ahora.

Tampoco estaban cegados sus vasos reguladores en Villahermosa, ni azolvado el río Mezcalapa y el Carrizal; ni había un embalse en las lagunas Camarón y El Zapote, rumbo a donde ahora es el aeropuerto, ni…

En 1952 la lámina de agua en la calle Juárez, en el centro histórico de la capital de Tabasco, fue de sólo 30 centímetros. En el 2007 hubo zonas donde el agua rebasó los tres metros.

LADO CLARO

En 1952, —55 años antes de la inundación del 2007, referente obligado en México para los procesos de degradación ambiental—, la boquilla de Peñitas, sin presa, dejó pasar, 6 167 metros cúbicos por segundo. Y la creciente en Villahermosa fue menor que en 2007 cuando, oficialmente, dijeron que llegaron a Peñitas cinco mil metros cúbicos por segundo y únicamente desfogaron dos mil metros cúbicos por segundo.

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