sábado, 9 de abril de 2011

Doble Filo: Homero T. Calderón / Columna / Abr 09

(Publicado en el Diario Tabasco Hoy)

Que Dios guarde a la charrería

Desde el miércoles 6 pasado, Villahermosa vive una original efervescencia. Su sociedad acude al vetusto Lienzo “Carlos A. Madrazo” a disfrutar del deporte más genuinamente nacional en el XXXIV Congreso y Campeonato Estatal Charro. Gente de cien mil raleas llenan las gradas del coso y disfrutan familiarmente las hazañas de sus charros. Son ya 47 años que el arquitecto Fernando de la Parra trajo los primeros conocimientos sobre este arte deportivo a Tabasco. A la hora que la banda “Villa del mar” celebra con su música la suerte lograda, la hazaña conseguida, el recuerdo de los que hicieron charrería con el arquitecto, se vuelve emoción desbordada por los años que ya se fueron.

No puede uno dejar de pensar en esos que charros hechos a machete: los Lanestosa –don Gildardo y don Pepe-, don Marcial Hernández, don Domingo Ordóñez Madrazo, don Felipe Ramírez y muchísimos más que en este momento mis neuronas ya cansadas no recuerdan. Su deseo de practicar un deporte montados en su jamelgo; su deseo de “rayarlo” en una cala, que es donde se identifican plenamente la bestia de arriba y la bestia de abajo, como bien lo dice el filósofo charro Ricardo Sala, era para ellos una obsesión. Bien por ellos que fincaron las bases de la charrería tabasqueña.

Pero debo dar la palabra a dos hombres que me permitieron la idea de lo que significa realmente hacer deporte charro, me refiero a Jaime Castruita, hoy presidente de la Federación Mexicana de Charrería, A.C., y Manuel F. Ordóñez Galán, presidente estatal de las Uniones de Asociaciones Charras de Tabasco (las famosas “PÚAS”). A la hora de inaugurar –como hombre fuerte de la Federación charra- nuestro campeonato estatal, Castruita dijo: “Han sido muchas las veces que he venido a Tabasco. Y cada una de ellas –les aseguro- es muy especial. Ustedes los tabasqueños hacen una charrería diferente por lo especial. No es igual que en otros estados donde el charro compite, agarra sus reatas y se va a otro Lienzo con la mayor frialdad.

“En Tabasco –sigue expresando Jaime Castruita- es diferente. Hoy, como en todas las anteriores ocasiones que vine a verlos a ustedes, veo su alegría de convivir en completa armonía; ello significa que la charrería nunca morirá porque la charrería son ustedes y su reflejo: Amor al deporte charro, al campo, al trabajo, a la familia”… Palabras más palabras menos, eso nos dijo Jaime Castruita, el jefe de los charros nacionales. Pero sus palabras son exactamente la réplica de la idea que siempre ha traído en la cabeza Manuel F. Ordóñez Galán, líder de los charros tabasqueños. Una competencia sin el sabor familiar, pues sí, es competencia pero sin el valor agregado de la amistad terminará por no significar nada.

La charrería es el único deporte que permite competir entre sí a patrones y subordinados. La relación laboral de entre semana termina, sin perder el respeto uno por el otro, en el Lienzo Charro. Ahí se dará cada domingo una entrega diferente, el deseo de hacer bien las cosas, de lograr una puntuación importante porque –a fin de cuentas- las hazañas deportivas son logros personales la mayoría de las veces. Lo anterior lo detalla claramente el poeta y charro, ya fallecido, don Delfín Sánchez Juárez en su bello poema “Que no se acabe esa raza”:

Es el rey del campo abierto, de los horizontes largos,
de las tortuosas cañadas con sus caminos quebrados;
el de los tupidos montes, el de los potreros vastos,
el que aprisiona a los toros al extremo de su lazo,
el que manejó la lanza cuando se llamó chinaco,
el que cargó el 30-30 siendo revolucionario…

Es la esencia de la tierra, es el grito campirano,
Es el símbolo de la historia, es el centauro, es el charro…

Guarden vicios y virtudes tal como los heredaron;
El vicio se hace virtud cuando es propio y no copiado,
Cuando viene de muy lejos, cuando es costumbre de antaño;
La virtud se torna vicio cuando se vuelve empalago,
Cuando se presume de ella, cuando se lleva en un marco
Como el pregón de una feria o como un simple reclamo.

Que no se acabe esta raza de los hombres de a caballo,
O que acabe yo primero…y no me toque llorarlo…

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